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Cuando cambian los días, cuando la luz se acorta y el reloj avanza una hora, nuestro cuerpo nos lanza una señal: “ajustémonos”. Es en este tramo final del año cuando el otoño y el cambio horario nos invitan a revisar nuestra energía, nuestro ritmo y nuestra capacidad para resistir el desgaste.
Hoy quiero hablaros de cómo podemos acompañar esa transición con tres grandes aliados: la nutrición inteligente (micronutrientes), los llamados adaptógenos y unas buenas bases de higiene de vida. Todo en clave práctica, sin complicarnos demasiado, para que lo podamos incorporar sin agobios.
1. Micronutrientes: pequeñas dosis, gran impacto
Puede que lo primero que pensemos al cambiar de estación sea “más abrigos” o “menos horas de sol”, pero también conviene pensar en lo que nuestro cuerpo necesita desde dentro.
Los micronutrientes —vitaminas, minerales— actúan casi como reguladores de fondo: intervienen en el metabolismo, en la producción de energía, en el funcionamiento del sistema nervioso. En esos días en que levantarse cuesta, en que hay menos ganas o más “pesadez”, quizá estemos un poco rezagados en alguno de esos aportes.
Las vitaminas del grupo B colaboran en la producción de energía, en el buen funcionamiento del sistema nervioso.
El magnesio es clave para que los músculos y el sistema nervioso “desenergicen” bien, y frente al estrés sostenido se puede ver afectado.
La vitamina D, cuya producción baja con menos sol, está implicada en el ánimo, en la inmunidad, en cómo nos sentimos.
Mi sugerencia: revisa si tu alimentación contiene buena variedad de verduras, legumbres, frutos secos, pescados, y si tienes exposición solar suficiente. Si no, en la farmacia podemos valorar complementos (no como sustituto de la dieta, pero como soporte). Ya sabéis que no es cuestión de “mil complementos”, sino de lo que realmente necesitéis.
2. Adaptógenos: cuando el estrés cambia de rostro
Aquí entramos en un terreno que genera un poco más de “misticismo”, pero con base. Los adaptógenos son plantas u hongos que tradicionalmente se han usado para ayudar al cuerpo a adaptarse a condiciones de estrés, fatiga o cambio.
¿Qué ocurre en otoño o con el cambio horario? El reloj interno, la luz, la temperatura, nuestros hábitos de sueño… todo se ve implicado. Cuando el “estrés” ya no es solo una crisis puntual, sino una acumulación de pequeñas tensiones (menos luz, menos horas, más trabajo, quizá menos motivación), un adaptógeno bien seleccionado puede, siempre bajo consejo profesional, actuar como un “amortiguador”.
Plantas como la Rhodiola rosea han mostrado capacidad para modular la respuesta al estrés, regular el eje hipotálamo–pituitaria–adrenal y mejorar la sensación de fatiga.
Otras, como la Withania somnifera (ashwagandha) pueden favorecer un mejor descanso, una menor reactividad al estrés y más sensación de estabilidad.
Pero no es “tómate una hierba y ya funciona todo”: conviene evaluar contexto, hábitos, estado de salud, interacciones. Y siempre entender que los adaptógenos acompañan, no reemplazan buenos hábitos de vida.
3. Higiene de vida “de otoño”: lo que sí podemos hacer
Para que los micronutrientes y adaptógenos tengan sentido, hay que preparar el terreno. Aquí van cuatro claves que, en esta época del año, me parecen especialmente útiles:
Ritmo de sueño: cuando cambiamos la hora, el cuerpo puede desorientarse. Trata de acostarte y levantarte a horas similares, y déjate al menos 30-60 min sin pantallas antes de dormir. La luz azul retrasa el sueño y el descanso se resiente.
Luz diurna: intenta que por la mañana, al levantarte, te dé algo de luz natural (aunque esté nublado). Esto ayuda al reloj interno a “ponerse en hora” y mejora el ánimo.
Movimiento suave cada día: salir a caminar, hacer un poco de estiramientos, moverse aunque sea 20-30 min. El cuerpo agradece el cambio de estación.
Alimentación adaptada: más verduras de temporada, variación de colores, legumbres, cereales integrales, frutos secos, pescado azul de vez en cuando. Evita abusar de azúcares refinados o comidas demasiado pesadas que alargan la digestión y absorben energía. También vigila la hidratación (aunque refresque, seguimos necesitando agua).
Y un extra: escucha tu cuerpo. Si notas que el cambio horario te produce sueño a horas raras, que te cuesta levantarte, que la motivación baja… no lo banalices. Es una señal de que el sistema pide un ajuste.
Como siempre, si tienes alguna condición médica, estás en tratamiento o dudas, en la farmacia estamos para ayudarte.
Y, ya sabes: lo más bonito es disfrutar cada estación, pero desde un cuerpo que nos acompaña, no que nos detiene.
¡Vamos a por esos meses! 🍂




