Ante todo, ruego disculpas a nuestros lectores por la demora en la publicación de este blog, al igual que el otoño, ha tardado en llegar. A mediados de octubre, con temperaturas que superan los 30º en algunos puntos de la península, después de una gota fría que ha arrasado la zona Sur, nos hallamos ante una situación que, quizá, algunos de ustedes hayan decidido disfrutar bien en la montaña, bien en la playa, o sencillamente aprovechando los rayos de sol vísperas a lluvias, cielos encapotados y tormentas.
Dicho esto, después de este verano caluroso en el que ha pegado el Sol, a veces con más fuerza en las olas de calor, a veces con menos, me veo en la necesidad de recordarles que ahora es el momento idóneo para recuperar nuestra piel de todas esas horas de exposición,a la sal y el cloro. Para hacer frente a un invierno en el que la piel tienda a agrietarse y formar, por ejemplo, los típicos sabañones en los nudillos, o las piernas secas después de una ducha bien caliente (y poco recomendada), es imprescindible un paso en la rutina de belleza: la exfoliación.
¿Por qué? Sencillo. Sin entrar en tecnicismos, cuando tomamos el sol, una serie de células halladas en piel, ojos y cabello fabrican un pigmento al que se llama melanina. Esta pigmentación tiene la capacidad de absorber el 99% de la radiación solar y transformarla en energía con forma de calor, evitando así daño sobre nuestro ADN.
Esta sustancia, junto a los residuos que queden en la piel de los fotoprotectores oportunos (según fototipo), dejan una capa de células muertas que al ducharnos se delata, formando las típicas pelotillas.
Estas pelotillas, entonces, serán nuestro reclamo para indagar en la importancia de exfoliar. Nos permitirá renovar la piel, estimular la producción de colágeno y así prevenir la formación de arrugas y, además, nos ayudará a tratar las manchas solares que hayan podido aparecer. Será el paso imprescindible previo a un tratamiento despigmentante, pero también a una posterior (y obligada) hidratación o nutrición. La exfoliación permitirá la mejor y mayor penetración de activos, por lo que potenciará el efecto de nuestras rutinas.
Según el tipo de piel, la exfoliación será distinta. Es decir, no usaremos el mismo tipo de exfoliante en una piel grasa con tendencia al acné, que en una mixta o una seca. Cada una, con sus necesidades específicas, podrán encontrar su alternativa entre los tipos de exfoliantes:
- Exfoliante físico o mecánico, también llamado scrub. Contiene micropartículas que dan la sensación de arenilla. Hay de muchos tipos que, o bien contienen semillas molidas, nuez de albaricoque, granos de café o almendras, o microesferas/microperlas de origen mineral. En ambos casos hará una función de rascado y nos servirá para obtener un efecto inmediato, haciendo desaparecer esa capa de células muertas, y afinando la piel, también los poros del rostro. Son ideales para una exfoliación corporal.
- Exfoliante enzimático. El más suave de todos. No consiste en rascar, si no en humedecer la piel, por lo que suelen ser presentados en forma de crema o mascarilla que habremos de dejar reposar sobre la piel antes de retirar. Las enzimas suelen tener su origen en fermentados de papaya o piña, por ejemplo.
- Exfoliante gommage. Contienen ceras y gomas que se adhieren a esas células muertas, permitiendo arrastrarlas. Es normal que con el uso de este tipo de productos aparezcan las famosas pelotillas o bolitas.
- Exfoliante químico. Hallamos los famosos AHA (alfahidroxiácidos, como el glicólico, el láctico, málico…) y los BHA (betahidroxiácidos, como el salicílico), también el ácido retinoico y derivados de la vitamina A. En el caso de los últimos, que también se reconoce como retinol, hay que usarlos con especial precaución debido a una posible sensibilización de la piel. En el caso de usar este tipo de peelings es imprescindible aplicar protección solar. Este tipo de exfoliante es el más potente y actúa eliminando la última capa de la epidermis, facilitando así su renovación en condiciones óptimas tras el tratamiento posterior adecuado.
Sabiendo esto, entonces, ¿qué exfoliante usamos según nuestro tipo de piel?:
- Pieles normales a mixtas: físicos y químicos (AHA y BHA).
- Pieles grasas: físicos y químicos (AHA y BHA, y ácido retinoico).
- Pieles secas o muy secas: enzimáticos. Los químicos (AHA y BHA) también, siempre y cuando no se prolongue su uso, ni la frecuencia sea excesiva.
Según estados de la piel:
- Pieles sensibles: enzimáticos.
- Pieles maduras: químicos (ácido retinoico). También tienen una acción anti-arrugas y despigmentante.
Ahora que ya disponemos de esta información, cuidar de nuestra piel no tiene excusa. Animo encarecidamente a que después de una exfoliación, se realice un ritual de hidratación y nutrición, de modo que la piel no se vea expuesta y desprotegida. La exfoliación nunca será contraproducente siempre que, posteriormente, se mime la piel.
Pero, sobre todo, algo que nunca, nunca, nunca podemos obviar, ni saltar, es la aplicación de un protector solar. Estéis en montaña, playa o ciudad, en verano, otoño, primavera o invierno… En cualquiera de estos casos, el FPS es de obligado y necesario uso.