En el blog de esta semana queremos hablaros sobre el origen de la profesión farmacéutica: la formulación magistral. Algunas personas piensan que esta práctica es muy antigua y ya no se lleva; ciertamente antigua es, ya que para hablar de ella debemos remontarnos a la Alta Edad Media, donde todo medicamento era una fórmula magistral. Pero si te digo que está volviendo y cada vez son más los médicos que prescriben fórmulas magistrales, ¿me crees?.
¿Qué es una fórmula magistral?
Una fórmula magistral es un medicamento personalizado para un determinado paciente, elaborado por el farmacéutico, o bajo su dirección, según la prescripción de un médico, con el objetivo de resolver un problema de salud específico.
Los lugares donde se lleva a cabo esta práctica suelen ser la oficina de farmacia (legalmente establecida) y los servicios de farmacia hospitalaria. Como cualquier otro medicamento, las fórmulas magistrales deben cumplir una serie de normas que aseguren su correcta fabricación. Estas normas están recogidas en el Real Decreto 175/2001 y en él se describen las condiciones mínimas que debe reunir el personal, los locales, el utillaje, la documentación, los materiales, la elaboración, el control de calidad y la dispensación de la formulación magistral.
Los farmacéuticos elaboradores trabajan con guías y protocolos normalizados y están obligados a guardar toda la documentación que manejan para poder realizar un seguimiento en caso de que se produjera alguna incidencia.
¿Qué beneficios nos aporta la formulación magistral?
- Personalizar las prescripciones: nos permite adaptar el tratamiento a la variedad e intensidad de la patología teniendo en cuenta las características y particularidades del paciente. Así podemos adaptar la dosis y los excipientes a las necesidades del paciente, asociar varios principios activos en una misma fórmula, etc.
- Facilitar la administración y el cumplimiento del tratamiento: tratamientos de grandes superficies corporales, fórmulas adaptadas a situaciones clínicas especiales (ciertos medicamentos específicos para cirugía oftálmica sólo están disponibles como fórmula magistral), fórmulas con fármacos ya conocidos adaptados a nuevos vehículos, etc. También se pueden modificar las características organolépticas para conseguir una mayor adherencia al tratamiento.
- Cubrir lagunas terapéuticas que la industria no cubre por falta de rentabilidad. Es el caso de las enfermedades raras, medicamentos huérfanos o retirados, entre otros.
En definitiva, la formulación magistral siempre ha acompañado al farmacéutico en su día a día y en la actualidad se ha “redefinido” para adaptarse a las nuevas necesidades, es decir, a la individualización de los tratamientos.
Son muchas las ventajas que nos aporta y en muchas patologías queda demostrado que el paciente cumple mejor con los tratamientos. Por este motivo, no deberíamos limitarnos sólo a formular cuando el medicamento o la especialidad no se encuentren en el mercado, sino siempre que con ello tengamos una mayor eficacia que con los productos registrados. La personalización es cada vez más demandada y eso sólo se consigue con la formulación magistral.